Miedo y desilusión

PULSO

Eduardo Meraz

Al iniciar el segundo mes de las campañas presidenciales, se ha introducido al debate un nuevo elemento: la desilusión. Durante las etapas de pre y al inicio formal de las actividades de proselitismo, el temor a la violencia ocupó buena parte de la agenda. La suma de ambos factores -miedo y desilusión- tienen como finalidad degradar la democracia.

La difusión del video donde se ve al hijo de la candidata opositora Xóchitl Gálvez, en estado inconveniente e insultando a los guardias de un bar, provocó en las redes sociales la divulgación prolífica de escenas donde políticos o sus retoños muestran su inclinación hacia las bebidas etílicas y son actores de escenas apartadas del manual de buenos hábitos.

Si bien, por un lado, tenemos la condena a la exhibición de escenas etílicas de personajes políticos, en particular cuando se trata de los hijos de ellos, no menos cierto es que, por otro lado, dicho escudo serviría para proteger otro tipo de actos relacionados con ilícitos y corrupción

Para algunos mostrar estos eventos puede resultar, además de jocoso, una forma de lastimar y debilitar al adversario, pero en realidad su finalidad es provocar en la ciudadanía el sentimiento generalizado hacia la clase política de que, independientemente del color, todos son iguales y ninguno es merecedor de respaldo.

En los días que corren, miedo y desencanto, constituyen una mezcla poco sana para la vida democrática de México pues, de una parte, alientan la participación violenta y financiera del crimen organizado en las campañas y, por la otra, favorecen la inclusión de actores políticos más inclinados a buscar la popularidad que un gobierno eficaz.

Los asesinatos de candidatos, sin duda, continuará en las semanas por venir, pues está comprobado ser un buen método para incidir en la elección de las autoridades y como parte de la estrategia de fuerza para impedir se quiera restringir o poner límites a los negocios del crimen.

Es poco probable se pueda presentar una contención en la exhibición de escenas de impudor y liviandad etílica de la clase política, pues para muchos -en especial para el oficialismo- es bastante redituable se establezca una competencia para mostrar los desfiguros cometidos por el adversario o sus familiares cuando se encuentran bajo el influjo del alcohol.

Casi seguro en los cuartos de guerra de los contendientes a la Presidencia de la República, se encuentran en labores de buceo de audios, videos y documentos, para ver quien obtiene el Óscar en la categoría de “efectos especiales”, si con la publicación de tales “pruebas”, logran quitarle puntos a alguno de los competidores.

Si bien no tiene la notoriedad del miedo y la desilusión, de como se desarrollen las relaciones de México -de aquí al día de la votación- con su principal socio comercial en materia de tráfico de armas, drogas y migrantes puede ser un factor relevante en la decisión del electorado.

Violencia y espectáculo circense es el binomio en el cual descansa, en buena medida, la confianza cuatroteísta para, al menos, ganar la Presidencia y evitar desaguisados judiciales.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

De acuerdo con el Índice de Resiliencia 2024, elaborado por FM Global, compañía especialista en gestión de riesgos, México se ubica en el lugar 75 de un listado de 130 países analizados. Entre los principales factores negativos, se señalan las emisiones de gases de efecto invernadero, el estrés hídrico y lo temas de logística.

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