PULSO 

Eduardo Meraz

Las obras insignia son ejemplo irrefutable de los espejitos que nos entrega el cuatroteísmo a cambio del oro -recursos públicos- que se lleva con sus socios privados y militares, con la intermediación de la “nueva generación de cachorros de la transformación”, alimentados en y desde Palacio Nacional.

A cambio, el pueblo bueno y sabio recibe “cacharros” disfrazados de obras faraónicas hasta ahora disfuncionales, inoperantes y con un costo tres veces mayor a lo originalmente presupuestado y, por lo visto hasta el momento, tardarán años en lograr ser autosuficientes; su rentabilidad tal vez nunca se dé.

A la fecha, el Tren Maya es la construcción con más contratiempos y en donde han salido a la luz infinidad de irregularidades, tanto por su financiamiento al desviarse recursos que servirían para pagar la deuda del cancelado aeropuerto de Texcoco, como por los sospechosos contratos otorgados a amigos de la familia presidencial.

Aun cuando no se conocen a detalle todos los tejes y manejes en la construcción de los tres grandes proyectos -el aeropuerto, la refinería y el tren-, paulatinamente se han ido filtrando datos de los sobreprecios en las cuales se incurrió en su construcción y en la supuesta operación de estos.

Grosso modo, se tenía un estimado inicial de 8,000 millones de dólares para la refinería de Dos Bocas y, al presente, se han destinado recursos públicos -dinero de los contribuyentes- por más de 20,000 millones de dólares, sin aún producir un solo barril de gasolina.

Con ese dinero, se pudieron haber adquirido, al menos, seis refinerías del tamaño de Deer Park y ser autosuficientes en combustibles y con precios cercanos a los de Estados Unidos que, en estos días, el litro cuesta la mitad de su precio en México.

Igualmente, podría haberse combatido realmente el “huachicoleo” de gasolinas y diesel, aunque claro eso hubiera implicado dejar sin jugosas ganancias a algunos “cachorritos” morenos.

Sobre el Tren Maya se calculó originalmente un costo total de 150 mil millones de pesos y el no derribamiento de un solo árbol. Sin embargo, sin estar completamente terminado, su costo sobrepasa el medio billón de pesos y millones de árboles fueron derribados y se afectado en demasía el ecosistema de la península de Yucatán.

Del aeropuerto de Santa Lucía, lo poco informado por las autoridades militares, habla de un sobrecosto relativamente pequeño, cuyo monto se desconoce a ciencia cierta, en virtud de la negativa a transparentar las cuentas. De su operación, se sabe que se encuentra en niveles ínfimos para su potencial, por más intentos de forzar a las aerolíneas para trasladarse a esa terminal.

En resumen, en estas tres obras, los mexicanos hemos tenido que destinar más de un billón de pesos, cuya recuperación está más lejana que los sueños cuatroteístas de obtener el carro completo en las elecciones de este año.

Las obras emblemáticas del presidente totalmente Palacio Nacional, en realidad, son cuentas de vidrio que nos quiere vender como oro, más importantes que la llegada del hombre a la luna -Tatiana Clouthier, dixit-, cuando en el fondo son “cacharros” región 4T, al igual que la mega farmacia, el IMSS-Bienestar, la aerolínea militar y un largo etcétera.

Así, lo que toca el cuatroteísmo lo trastoca. La honestidad valiente y no robar se tradujeron en la conformación de “una nueva generación de cachorros millonetas”, tan parecida, aunque más voraz, a la de los regímenes posrevolucionarios y neoliberales.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

En redes sociales, la aspirante presidencial de la coalición Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, hizo un llamado a impedir el plan “C” de Morena, al advertir que nunca más en nuestro país debe haber un partido de Estado ni un solo grupo con todo el poder.