Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas.

Las universidades enfrentamos un reto sin precedentes; alejar la inmovilidad social de nuestros alumnos y egresados. No es sólo abatir el desempleo y falta de oportunidades, es generar una mentalidad de resiliencia y generar herramientas que minimicen los impactos adversos de las disrupciones. Es crear mentalidades de ganadores desde las cenizas y la pulverización de panoramas esperanzadores.

Es decir, vamos en pos de utopías en medio de una realidad avasallante y adversa. Las cifras son contundentes:

La pérdida de movilidad laboral durante el inicio de la pandemia afectó principalmente a las personas menores de 25 años de edad. Esta pérdida se acentuó en el primer trimestre de 2021.

La recuperación general de la movilidad laboral, y en particular de este grupo, se inició en el segundo trimestre de ese año.

La población entre 15 y 24 años de edad, quienes suelen tener menor permanencia en un empleo remunerado, fueron quienes en mayor medida se retiraron del mercado de trabajo ante la pandemia.

Los ingresos de la población ocupada de entre 15 y 24 años suelen reducir su desigualdad a lo largo de un año y están menos determinados por sus valores de inicio. La pandemia acentuó estas características del ingreso de las personas más jóvenes.

Entre quienes percibieron ingresos durante un año continuo, el grupo que más redujo su movilidad neta de ingresos debido a la pandemia fue el grupo de personas ocupadas de entre 15 y 24 años. La movilidad neta regresó a niveles pre-pandemia para el segundo trimestre de 2022.

En suma: La pandemia afectó de forma diferenciada la movilidad social laboral de distintos grupos de edad que se encuentran en el mercado de trabajo. Esta movilidad se observa en la entrada o salida de la Población Económicamente Activa (PEA), en el logro o abandono de una ocupación remunerada, en la obtención o pérdida de servicios de salud por medio del empleo, en la posibilidad de tener capacitación laboral y en la trayectoria de los ingresos derivados del trabajo.

Quienes se encuentran entre los 15 y 64 años de edad, los cuales representan alrededor del 83 % de la población nacional y que al participar en el mercado de trabajo conforman la totalidad de la PEA. Esta última se subdivide entre quienes suelen estar al inicio de su participación en el mercado de trabajo (entre 15 y 24 años de edad), los que usualmente se encuentran en la etapa de consolidación de su trayectoria laboral (entre 24 y 44 años de edad) y quienes se encuentran en la parte final de la misma (entre 45 y 64 años de edad).

El panorama general de la crisis derivada de la pandemia muestra que todos los grupos de edad fueron afectados, aunque con mayor énfasis los menores de 25 años. Los menores de 25 años se retiraron del mercado de trabajo, de la población remunerada y del acceso a los servicios de salud, lo que reduce de forma importante el número de ocupados con una remuneración continua.

Ante esto, las universidades deberán crear herramientas para que sus alumnos y egresados logren sortear este panorama mediante el impulso de pensamiento críticos, habilidades sociales, adoctrinamiento tecnológico enfocado a la omnicanalidad y distintas habilidades blandas como trabajo en equipo, persuasión y negociación, por ejemplo. Es decir: dotar a los estudiantes de conocimientos para responde a disrupciones futuras que aún desconocemos.