PULSO

Eduardo Meraz

La denominada semana santa en 2024, mostró a los tigres alimentados por los abrazos y no balazos del cuatroteísmo y llenaron de horror la violencia cotidiana padecida en el estado de Guerrero.

El homicidio de la niña Camila y el linchamiento de los presuntos responsables de haberle quitado quitado la vida son, ya no el síntoma, sino la constatación del imperio de la violencia, ya sea verbal o física, como el medio para imponer voluntades.

Está pérdida absoluta de civilidad, resultado de la impunidad con la cual actúan los delincuentes y también algunos ciudadanos, es consecuencia de la inoperancia de las autoridades, tanto para prevenir actos delictivos -sea cual fuese su naturaleza- como para sancionarlos.

Guerrero es prueba ineludible de que la vulneración de la ley, empezando por el mismísimo presidente palaciego, ha permeado en amplios círculos de la sociedad, a sabiendas de la inexistencia del castigo correspondiente.

El horror de lo acontecido en la Ciudad de Taxco, además de mostrar el hartazgo social por la permisividad de las autoridades, también es indicador de la degradación en los valores individuales y colectivos de una ciudadanía insatisfecha.

El hambre y sed de justicia no ha sido colmada. Son décadas de postergación que están llegando a límites inauditos. Una nota del diario El Universal, con base en datos de la organización civil Causa en Común, revela que en los últimos cuatro años se han documentado 129 linchamientos y 694 intentos de ajusticiamiento por propia mano.

También el reporte señala que ”son la incompetencia de las autoridades y la desconfianza hacia ellas las que detonan está violencia colectiva”. Así, el pueblo bueno y sabio está haciendo suyo el apotegma cuatroteista de que no le vengan con el cuento de que la ley es la ley.

Inquieta que este encono social se extienda hacia el campo electoral, justo en este año en el cual se renuevan la Primera Magistratura y el Congreso de la Unión, sobre todo por la estrategia política manejada en Palacio Nacional de promover la polarización y su metichismo electoral.

A la fecha, en lo que va de este proceso electivo, al mandatario sin nombre y sin palabra le han identificado casi medio centenar de expresiones en torno a las candidaturas, que violan lo dispuesto en la Carta Magna y otros ordenamientos. Y una cifra similar de asesinatos de políticos se tienen registrados.

Guardada toda proporción, la incivilidad política del habitante temporal del palacete virreinal, entendida como elección de Estado, constituye el caldo de cultivo para provocar la nulidad -técnica o ruda- de las elecciones.

Más que advertencia, el llamado presidencial a los felinos es a sus aliados “outsider”, poseedores de armamento, a ampliar su injerencia de aquí a la jornada electoral. Ante esa posibilidad, la ciudadanía cuenta con el tigre de los votos y dejar atrás el horror de un pésimo gobierno.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

¿Cuántos de los 23 gobernadores de Morena podrán aportar, siquiera, el mismo número de votos con los que ganaron su elección?

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@Edumermo