PULSO

Eduardo Meraz

Si no el fin, los mexicanos estamos siendo testigos y artífices del principio del fin de la partidocracia en México, que en el presente siglo se había adueñado, en buena medida, de la voluntad ciudadana.

La presión social fue fundamental para que los dirigentes de los partidos políticos tuvieran que recular en sus intenciones de hacer de lado al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y convertirse en dueños de haciendas y vidas de sus militantes.

El gorgojo de la reforma al Tribunal Electoral, lanzado por el monarca de Palacio Nacional resultaba muy apetitoso para Alejandro Moreno (PRI), Marko Cortés (PAN), Mario Delgado (Morena) y Jesús Zambrano (PRD), al permitirles ponerse por encima de la Constitución y de sus propios estatutos.

La reducción a las facultades del Tribunal prácticamente designaba a los presidentes partidistas en miembros de la nobleza política, al concederles derechos que hacen nugatorios los preceptos de paridad de género, respeto a las minorías y la posibilidad de eternizarse en el cargo.

Asimismo, a los gobernantes les posibilitaba utilizar recursos públicos y evadir la veda electoral sin poder ser sancionados, con lo cual tendrían manga ancha para intentar manipular la voluntad de los electores y, con ello, ensuciar comicios futuros y manchar la reputación de las autoridades electorales.

Sin embargo, la marea rosa de noviembre y febrero pasado tuvo impacto no sólo en amplios sectores sociales, sino en los propios legisladores de todos las fuerzas políticas, hombres y mujeres, lo cual derivó en una rebelión en ambas cámaras, dejando sin efecto el esquema de premios y castigos instaurado por Adán Augusto López Hernández.

Sin embargo, los dirigentes partidistas ante los ciudadanos y  correligionarios se exhibieron al mostrar su egoísmo, de ver sólo su interés personal y de cotos, con lo cual igualaron su comportamiento al oficialismo.

Para lavarse la cara, hoy Alito. Marko. Mario y Jesús buscan justificaciones creíbles a su desaseada actuación en contra de los ciudadanos y la democracia. Pero sus palabras han perdido valor.

El rechazo a esta reforma, aún pendiente de cumplir con pasos para ser desechada -muy probablemente la próxima semana-, es un nuevo «detente» contra la pandemia legislativa cuatroteísta que, como virus, lastima y debilita instituciones.

Hasta ahora los planes del presidente totalmente Palacio Nacional para minar a las autoridades electorales  han fracasado.

La vitalidad ciudadana ha terminado por macanear las bolas ensalivadas del ejecutivo y amenaza blanquear y sacar de los play offs al equipo de los «partidócratas».

He dicho.

 

EFECTO DOMINÓ

Cerrar la agencia informativa del Estado, Notimex, es un error más, sobre todo cuando la rutina del teatro en atril mañanero, de tan repetitiva, pierde rating e importancia.

 

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