PULSO

Eduardo Meraz

Más allá de si es de género o no, la estridencia verbal del momento debería de estar en el interés de todos y lanzar una campaña nacional para erradicarla y no contaminar la vida electoral. La violencia en cualquiera de sus formas anula la sana convivencia.

Para bien o para mal, según la óptica de cada uno, hemos pasado en materia política de los tiempos del «aguanten vara» a la «era de cristal», donde todos se comportan como jarritos de Tlaquepaque.

Cuando las ofensas e injurias van hacia otros es en uso de su pleno derecho de la libertad de expresión; en cambio, si se dirigen hacia ellos son manifestaciones violentas y deben ser castigadas con las penalidades más altas.

Este comportamiento bipolar sobre el respeto entre los individuos y los grupos denigra las relaciones sociales, económicas y políticas.

Los recientes casos donde se han visto involucradas las senadoras Xóchitl Gálvez y Citlalli Hernández son los síntomas más visibles de la etapa de ánimos exaltados predominante en estos tiempos preelectorales, al dejar de lado los argumentos y privilegiar las descalificaciones.

Es sano el criterio impuesto por las autoridades para frenar los agravios hacia ambas legisladoras, al clasificarnos como violencia política por razón de género y que sirva como ejemplo para evitar su proliferación.

Sin embargo, no se ha atendido con la misma celeridad ni intensidad las agresiones y asesinatos hacia actores políticos en fechas recientes. Resulta preocupante la indiferencia de las autoridades de todos los niveles y todas las esferas, para indagar y sancionar estas prácticas incivilizadas.

Las medidas cautelares del Instituto Nacional Electoral constituyen un mejoralito para una enfermedad con añejos antecedentes y consecuencias indeseables, como se ha visto en los procesos electivos desde 2018 a la fecha, con más de un centenar de muertes.

Involucrar a la clase política y a los ciudadanos para bajarle dos rayitas a la animosidad en el debate y privilegiar el diálogo son precondiciones que deben emanar desde Palacio Nacional, en vez de ser la fuente de violencia verbal.

Tampoco contribuye a remediar la situación la actitud «de cristal» asumida por un buen número de miembros de la clase política, hombres y mujeres -que no cristalinos. En vez de insultar o sentirse ofendidos, deberían plantear alternativas para extirpar toda forma de violencia.

En ese sentido, el vodevil mañanero debe trascender su rutina diaria de culpar y ofender a los otros y al pasado después de casi cinco años de gestión, pues con ello denigra su propia labor gubernativa, al exhibir la falta de pericia propia y de sus colaboradores y también tratar de esconder el mal uso y manejo del dinero de los mexicanos.

No por mucho madrugar y descalificar adversarios la realidad va a cambiar, como tampoco podrá acusar a esta de violencia de género, por desmentir sus otros datos.

He dicho.

 

EFECTO DOMINÓ

Buena jugada la de las autoridades universitarias de adelantar el proceso para la renovación del rector de la UNAM.

La nueva titular de Gobernación es la manifestación rotunda y más acabada del verdadero significado del cuatroteísmo: ninguna idea del cargo.

 

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