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No cabe dude que la política en México ha cambiado para mal y de ello tiene gran responsabilidad el actual PRI y su dirigencia nacional que encabeza Alejandro Moreno Cárdenas, alias (Alito), quien ha conducido los destinos del tricolor en los últimos cinco años, llevando a la deriva el barco tricolor.

La participación del PRI en el proceso de elección de quien se encargará de la construcción del Frente Amplio por México (FAM), integrado por el tricolor, el PAN y el PRD, ha sido el principal motivo de discordia, primero se excluyó a los perredistas Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles, después la salida de Enrique de la Madrid y Santiago Creel Miranda, ya casi por concluir el proceso las presiones contra Beatriz Paredes Rangel.

La forma en que Alito sacó de la competencia a Paredes no es nada política, ella se había comprometido con la militancia de su partido a mantenerse hasta el último momento en la competencia para ocupar el lugar de quien será la candidata del Frente a la Presidencia de la República.

Una cosas son las encuestas y otra la elección, por lo que Beatriz no estaba derrotada en definitiva, si bien había una ventaja cerrada, las cosas cambian cuando la gente está frente a una papeleta electoral.

Pero el dirigente tricolor quiso adelantarse, convocó a una reunión de su cúpula, en la que le informaron a la política tlaxcalteca que los números de las encuestas no le favorecían y lo mejor para ella era declinar.

Como una política íntegra, al ver que su partido la abandonaba y le cerraba el paso para su participación en la última etapa del proceso del FAM, Beatriz Paredes se alineó, siempre viendo por mantener la unidad del Frente y aclaró que los medios de comunicación no entendieron su mensaje, mientras que ninguno de los priistas que se fueron bajando de la competencia apoyó su proyecto.

En su soledad política, con su frustración por haber sido truncada la última etapa de su carrera política, que era la candidatura presidencial, Paredes Rangel aseguró que su participación en el Frente Amplio dependerá de la forma en que siga evolucionando la coalición, pero lo que dejó claro es que no buscará ninguna posición ni candidatura para los comicios de 2024.

Al diablo con sus candidaturas, se entendió, y es que después de los cortones que recibió de sus dirigentes y compañeros de partido en la cúpula del poder priista, cualquier posición se vería como un premio de consolación que ella, por su trayectoria, no necesita.

Esto, porque ella ha sido diputada federal y diputada federal, en múltiples ocasiones presidió la mesa directiva del Congreso de la Unión, es más, es la única mujer que ha respondido, en esa calidad, dos informes presidenciales, el primero de ellos con Miguel de la Madrid Hurtado y el segundo con el ex presidente Vicente Fox Quesada.

Beatriz Paredes no necesita de premios ni de consolación, es una gran política, madura y que, si bien representa al viejo PRI, tiene toda la experiencia política y las tablas que le permitirían integrar un equipo de políticos moderno, capaces y decididos a cambiar a este país.

A ella solamente le faltaba ser presidenta del país, pues ha sido también senadora de la República, Gobernadora de Tlaxcala, en tiempos del machismo político, ha sido embajadora de México en Cuba y en Brasil, cuenta con una trayectoria que ni a los talones le podría llegar el tal Alito.

Es un hecho que los interese políticos personales no se pueden anteponer a los intereses de un partido o de un país que requiere de un gobernante profesional y muy moderno, pero nada iba a cambiar eso ni el triunfo de Xóchitl Gálvez, por el contrario, si en las urnas hubiese perdido, por la voluntad de la militancia, la legitimidad de la triunfadora habría sido plena, mientras que la salida y posible retiro de Paredes contaría con toda la dignidad con la que cualquier persona que se dedica a la política quisiera retirarse.

Revuelo

El senador priista Jorge Carlos Ramírez Marín reconoció que era innecesario e injustificado el maltrato de la dirigencia del PRI a Beatriz Paredes. Dijo desconocer las razones del maltrato, pero si “fue un acto de muy poca elegancia” que afectó a una política que se entregó al partido, que puso su esfuerzo e hizo todo lo que estaba en sus manos por que salieran las cosas bien para todos.