PULSO

Eduardo Meraz

 Dentro del laberinto que es el cuatroteísmo, donde nadie encuentra la salida, inmersos en el callejón donde todos se trompican unos con otros en sus locos afanes de medio salvar el proyecto transformador, el presidente totalmente Palacio Nacional ante las adversidades que se le acumulan ha decidido seguir el consejo de José José y exclamar: “¿y qué?”

Que las fuerzas armadas se encuentren en estos días en el ojo del huracán, tanto por las revelaciones en torno al secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval y los viajes fifis de familiares, así como sus diferencias con el secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán, han desequilibrado el estado de ánimo del mandatario sin nombre y sin palabra.

Por ello, se lanzó contra agencias norteamericanas, acusándolas de espionaje y dar a conocer la vida nada franciscana del titular de la Defensa, que dispone de un ejército de soldados a su servicio y de su familia, no únicamente en el país, sino en suntuosos viajes al extranjero.

Al hacer una defensa a ultranza de Crescencio Sandoval, poco le faltó para entonar: ¿Y qué? / Si nos llaman de todo ¿y qué? / Si nos juzgan o no ¿y qué? / Aquí solo contamos tú y yo.

Si a lo anterior se suma la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nacional de declarar inconstitucional la incorporación de la Guardia Nacional a la Sedena, es evidente que su modelo ideal de contar con una guardia pretoriana constituyó un fuerte descalabro.

Si de por sí la mesura y la verdad no forman parte de los principales activos presidenciales, no es de extrañar su anunció de un nuevo plan B para alcanzar la militarización del país, así sea al final de su mandato, a fin de completar la obra iniciada por los exmandatarios Felipe Calderón y Enrique Peña. Y así demostrar cuán diferente es de ellos.

En tanto, mantendrá a la milicia dentro de la Guardia Nacional, pues no hay manera para que, en el corto plazo, personal civil sustituya al 80 por ciento de militares y marinos que la conforman, aun cuando cada día se hacen públicos y más frecuentes delitos cometidos por sus miembros.

Tan es así que ha trascendido que tanto integrantes de las fuerzas armadas como elementos de la Guardia Nacional se han pasado al lado obscuro, al establecer relaciones con la delincuencia organizada, particularmente en el tráfico de drogas y de migrantes.

Sospechas basadas tanto por el hackeo de los archivos de Sedena como en labores de inteligencia realizadas por autoridades de Estados Unidos, que han hecho saber la determinación de la administración Biden por trascender la actual fase de colaboración con el gobierno cuatroteísta para combatir con mayor firmeza esos delitos.

La pretendida militarización del país y los acuerdos con funcionarios estadounidenses sobre el combate al fentanilo han llevado al presidente palaciego a lo más profundo del laberinto, en el cual las medias verdades ya no alcanzan para ondear pañuelos blancos ni como escudo ante hechos irrefutables.

Tampoco exclamar “¿y qué” exculpará de ineptitud o actos de corrupción a distinguidos morenistas, previo a las elecciones de 2024.

He dicho.

 

EFECTO DOMINÓ

A querer o no, la viabilidad del INAI está en el centro de la disputa entre las corcholatas y mostrará que tanto control aún tiene el destapador.

 

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